El asesinato de la verdad es el gran crimen del siglo XXI y, curiosamente, nadie ha ido a la cárcel por ese terrible asesinato. Los poderosos han convertido a la mentira en la nueva diosa madre de la vida.
No estamos viviendo en la edad de la electrónica, ni en la de los microchips, ni en los aledaños de la Inteligencia Artificial. Estamos viviendo en la «Edad de la Mentira».
Los departamentos de imagen y reputación han ganado peso en las empresas y los gobiernos dedican enormes cantidades de dinero a mentir, gastando en propaganda, comprando medios de comunicación, voluntades y legiones de asesores expertos en vender humo.
Cada producto, cada embalaje, lleva una o varias mentiras impresas. Los departamentos de marketing ha tomado el poder y se han convertido en espacios de elaboración de mentiras creíbles.
De lo que se trata es de sustituir la realidad por lo que llaman «relatos», que son cuentos e ilusiones que disfrazan la realidad y la presentan con rasgos idílicos, apetecibles, hermosos.
La destrucción del adversario es otra factoría del gran mundo de la mentira, que trata de desprestigiar y aniquilar a todo el que cuestiona el poder dominante.
Hasta las personas son pura mentira. La belleza es un disfraz casi siempre. Ves a una estrella del cine o de la televisión recién levantada y sin maquillaje y sales huyendo creyendo que has visto al diablo. Si le quitas a una belleza el maquillaje, las prótesis y los disfraces, la decepción está garantizada.
Las empresas pelean por la «Reputación», que es el conjunto de mentiras y disfraces que las hace parecer lo que no son. Los dramas «reputacionales» son temidos y se consideran la antesala de la ruina.
Los «medios de comunicación» vivían en su origen gracias a su credibilidad, pero ahora viven gracias a las mentiras que difunden, algunas, como las gubernamentales y de partidos políticos, muy bien pagadas. Los departamentos de marketing y propaganda han tomado el poder y las redacciones de periodistas, antes libres, soberanas y todopoderosas, son hoy departamentos esclavizados que sólo reciben órdenes y compiten en mentir de manera eficaz.
Los lectores son ahora rehenes y no clientes. La verdad se ha ido al traste y la gente lee la prensa (cada día menos) para divertirse, no para informarse y conocer la verdad.
Para conocer la verdad hay que leer versiones distintas y opuestas y calcular la verdad sacando la media aritmética, pero sobre todo hay que acceder a la prensa semiclandestina que circula por Internet, donde subsisten los últimos espacios de periodismo libre y veraz, que comparten las redes con legiones de estafadores y agentes de la mentira, al servicio de los poderes.
De las grandes cadenas de TV mejor no hablar. Allí la verdad es casi extraterrestre. En la mayoría de los casos son aparatos de propaganda que han logrado meterse en los hogares, donde penetran sin filtros delincuentes, chorizos, pederastas, prostitutas, corruptos y delincuentes disfrazados de políticos con cargos de concejales, alcaldes, y hasta ministros y presidentes, todos compitiendo por engañar al inocente y desvalido ciudadano.
No hay prensa independiente, veraz ni libre en siglo XXI, probablemente en ningún sitio, aunque en España la bajeza y la estafa adquieren dimensiones olímpicas.
Ya no hay reporteros de investigación ni periodistas fisgones porque nadie los quiere ni nadie los contrata. Todos dedicados a consumir noticias elaboradas por los anglosajones y los judíos, controladores mundiales de la noticia y maestros del engaño.
Y lo peor de todo este sucio circo mundial de la mentira y del engaño es que lo paga el ciudadano con su esfuerzo y sus impuestos. El asesinato de la verdad es el crimen del siglo XXI y, curiosamente, nadie va a la cárcel por ese terrible asesinato.
Publicado en «votoenblanco.com«