¿Y si la independencia de Cataluña fuera buena para España?

Cataluña celebró la Diada, su gran fiesta, y los nacionalistas la aprovecharon para expresar su odio a España, quemando banderas y símbolos y alardeando de que tienen el país en sus manos, gracias a que Sánchez necesita sus votos para seguir siendo presidente. Millones de españoles nos indignamos ante esos detalles de odio miserable del independentismo catalán, pero algunos empiezan a pensar que quizás la independencia catalana no sea tan mala para España como dicen.

Veamos sus aspectos favorables.

La amputación de parte del cuerpo siempre es dolorosa, pero a veces, cuando se amputa una parte enferma, el cuerpo, libre de la enfermedad, recupera salud y vigor.

Es lo que podría ocurrirle a España si Cataluña fuera independiente. Perderíamos parte de nuestro territorio, pero nos libraríamos de una parte enferma, desleal, que nos odia y somete a chantaje desde hace siglos. También dejaríamos de depender de sus políticos y es más que probable que España, libre de esa parte podrida, se regenere y se haga más fuerte.

Nadie contempla la posible independencia de Cataluña desde sus ángulos positivos, que son muchos: fin del chantaje, fin de la extorsión, fin de los parásitos, libre de sus políticos corruptos, libres de que sus escasos votos sean decisivos, libres del odio, libres del peso muerto que ha significado Cataluña para España desde hace por lo menos seis siglos.

Cataluña y Pedro Sánchez son las dos losas de plomo que impiden que España se regenere y camine rápida hacia la prosperidad. Con un poco de suerte, podríamos librarnos de esos dos lastres en una sola jugada. Al perder Cataluña durante su mandato, Sánchez sería barrido en las próximas elecciones y, con un poco de más suerte, el PSOE se convertiría en un partido insignificante, estigmatizado por su traición a España.

Libre de los odios catalanes y del enorme coste que representa para España sus chantajes y corrupciones, nuestra nación, sin duda, avanzaría veloz hacia la prosperidad.

Pero existe una condición previa: la independencia tiene que ser total, casi hostil, aplicada con reciprocidad. Si no me quieres yo no te quiero. Un acto doloroso imbuido de rechazo.

Tendrían que pagar todo lo que deben a España, más de 72.000 millones de euros, deberán pagar ellos las pensiones de los catalanes, no tendrían el aval de España para endeudarse, tendrían que navegar fuera de la Unión Europea y sufrirían una impresionante fuga de empresas porque los españoles, de manera espontánea y masiva, dejarían de comprar productos catalanes y permanecer allí sería ruinoso para miles de empresarios.

¿Quién se quedaría en Cataluña en esas condiciones, aparte de los políticos corruptos, los ladrones, los delincuentes callejeros y los violadores? ¿A quien robarán los catalanes cuando sean independientes? ¿A quién chantajearán? ¿Contra quién desplegarán su odio?

Muchas regiones españolas con su financiación mermada porque Cataluña se lleva la parte del león verán mejoradas sus finanzas, sus recursos y sus infraestructuras, además de sentirse liberadas del chantaje, el odio y la competencia arbitraria de los desleales nacionalistas catalanes.

Nada más por dejar de ver y escuchar a mequetrefes llenos de odio, como el tal Rufián, sentados en el Congreso español y cobrando suculentos sueldos de España mientras acuchillan la patria común, merecería la pena la operación de amputación del cuerpo catalán podrido.

En el pasado Cataluña ya abandonó España y se incorporó a Francia, pero pronto se arrepintieron y regresaron. No sería extraño que se repitiera la maniobra porque esos nacionalistas corrompidos, sin extorsión y chantaje, no sabrán navegar ni subsistir. Pero sólo serían admitidos si firmarán capitulaciones severas y se reformaran las leyes para que el voto valga lo mismo en toda España y deje de beneficiar a catalanes y vascos.

El dinero que quede en España se repartirá de manera equitativa, sin pagar a los catalanes el precio de su chantaje, sin que sus votos tengan que ser comprados por corruptos como Pedro Sánchez.

España será generosa con los catalanes que quieran seguir siendo españoles y a las familias que quieran que sus hijos se eduquen en lengua española y al margen del odio. Los recibiremos con los brazos abiertos y con ayudas efectivas, pero tendrán que emigrar a tierras de España, junto con las miles de empresas que lo harán para sobrevivir y seguir vendiendo sin aranceles de pánico.

España conmemoraría en el futuro tres expulsiones históricas en lugar de las dos actuales: la expulsión de los judíos (1492), la expulsión de los moriscos (entre 1609 y 1613) y la expulsión de los catalanes (en el presente).

Hay ejemplo de mutilaciones en el mundo que abrieron las puertas de la prosperidad e hicieron mejores a sus pueblos y naciones: Alemania se convirtió en la gran potencia europea cuando los rusos le arrebataron su parte oriental y Serbia es hoy un país que está superando con eficacia la mutilación de territorios como Montenegro, Croacia y otros que fueron parte de la antigua Yugoslavia, hoy desmembrada. Rusia sigue siendo hoy una potencia de primer rango después de haber perdido gran parte de su territorio, cuando el comunismo de la URSS saltó por los aires.

Ojalá sigamos unidos, pero, en adelante, cada vez que los catalanes lancen sus miserables gritos de odio y rechazo a España, piensa que si se van quizás España sea más fuerte y nosotros, sin la chusma delictiva independentista, más prósperos y felices.

NOTA: este artículo no es una defensa de la expulsión de Cataluña ni de su independencia, sino un análisis de lo que de positivo podría tener librarse de esa parte enferma de la nación española, un análisis que es tabú y nunca se hace en el universo mediático español.

 

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