Se nombran jueces a dedo, se ha eliminado el verdadero debate en los partidos y en los parlamentos, se ha expulsado al ciudadano de la política, se ha estrangulado la sociedad civil, se incumplen las promesas electorales, los partidos tienen mas poder del que les corresponde, los políticos son arrogantes y casi impunes, la vida pública está pervertida, se compran subvenciones y concursos públicos, se cobran comisiones, se esconde el dinero en paraísos fiscales, miles de políticos tienen los colchones de sus casas llenos de billetes y el Estado se ha engordado y encarecido hasta el delirio solo para otorgar puestos de trabajo a inútiles y enchufados con carné de partido.
El sistema español es tan perverso y está tan dañado que permite que verdaderos ineptos ocupen las mas altas magistraturas del Estado y que los ciudadanos estén indefensos frente a un poder que ha aprendido a violar la decencia, saquear y humillar, como ha ocurrido con los grandes escándalos de la corrupción o con abusos tan sucios como el saqueo de las cajas de ahorro y la gran estafa de las participaciones preferentes, el aterrador caso de los EREs socialistas y muchos otros dramas que afectan por igual a las izquierdas, a las derechas y al nauseabundo nacionalismo mercenario y golpista de Cataluña y el País Vasco.
Todas esas aberraciones corruptas casi nunca se pagan porque la mayor corrupción en España reside en la impunidad de los ladrones y criminales con poder. Los ciudadanos, cansados de soportar a gobernantes engreídos y corrompidos que jamás piden perdón o dimiten, acabarán vengándose, más pronto que tarde, de una clase política que llena de miedo a los ciudadanos, solo sabe rodearse de policías, periodistas comprados y jueces amigos para que les cubran sus miserias y canalladas.
La política, en España, hace décadas que demuestra su falta de altura, su continuo abuso del poder y su concepción bastarda de una política que ha dejado de ser servicio al pueblo para convertirse en satrapía y privilegios.
Por el actual camino no va a conseguirse nada. Lo importante en España no es cambiar a quien gobierna sino cambiar el sistema, que está pervertido hasta la médula, fortalecer los controles democráticos al poder, instaurar de una vez la verdadera democracia y erradicar la actual dictadura camuflada de partidos y de políticos profesionales que está llevando a España hasta la ruina económica y, sobre todo, ética y política.
Especialmente interesantes son las opiniones sobre corrupción expresadas por Susan Rose-Ackerman, una de las más prestigiosas expertas mundiales, profesora y codirectora del Centro de Derecho, Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Yale, ex consultora del Banco Mundial y autora de decenas de artículos y de libros donde una de sus más sólidas conclusiones es que los partidos políticos son «fuentes de corrupción».
España es, sin duda, un país corrupto y lo es no tanto porque su vida política esté plagada de escándalos de corrupción o porque su urbanismo sea una fuente de enriquecimiento ilícito para cargos públicos, sino porque la democracia, que es el mejor antídoto existente contra la corrupción, está degenerada y no funciona.
La democracia sólo funciona como antídoto frente al delito cuando sus poderes y fuerzas están equilibrados, cuando existe una prensa libre con capacidad crítica, cuando la sociedad civil opera como contrapeso del gobierno y cuando los poderes básicos del Estado funcionan con independencia y se vigilan unos a otros.
En España, esos equilibrios no existen porque los partidos políticos han acaparado un poder desmesurado y han invadido, sin escrúpulos ni prudencia, la sociedad civil, los poderes básicos y la prensa libre, ocupando también instituciones y espacios de la sociedad civil que les están vedados, como sindicatos, universidades, religiones, fundaciones, medios de comunicación y hasta empresas, al mismo tiempo que relegaba al ciudadano, que es el soberano indiscutible en democracia, a un vergonzoso segundo plano.
¿Acaso han funcionado en España los comités de disciplina de los partidos ante casos de corrupción? ¿Acaso no se ha justificado la práctica de cobrar comisiones afirmando que «no es para mí sino para el partido»? Ante un poder político descontrolado y con una ética trastocada, lo más lógico es que los ideseables metan la mano en el dinero y se lo lleven.
La situación ética en España es tan dramática que nada menos que la actual vicepresidenta socialista, Carmen Calvo, afirmó que «el dinero público no es de nadie», una barbaridad jurídica de tal calado que causa rubor y que, además, parece invitar a meterse en el bolsillo ese dinero público que, en realidad, pertenece a la ciudadanía, a todos.
España, como nación, no tiene futuro en este siglo XXI si no realiza antes una limpieza profunda que acabe con los sinvergüenzas y canallas que se han apoderado del sistema y del Estado. Hay que renovar la podrida fauna política y asegurar el funcionamiento independiente y correcto de los poderes básicos del Estado, hoy controlados por el Ejecutivo, y las autonomías, verdaderos nidos de víboras corrompidas que impiden que funcione el Estado de Derecho y que el ciudadano se sienta gobernado por una enorme banda de maleantes.
Completamente de acuerdo con todo. Terminar con las autonomías como principio sería importante