Bildu, el partido heredero de ETA y socio del gobierno que integran PSOE y Podemos, afirma que llega a Madrid para «tumbar definitivamente el régimen».
La afirmación ha sorprendido a los ingenuos de la oposición, que al parecer no se han dado cuenta de que ese es el mismo objetivo que comparten el nuevo PSOE de Pedro Sánchez, Podemos, Izquierda Unida, ERC y otros partidos independentistas coaligados con el actual gobierno socialista-comunista.
En el pleno del Parlamento vasco del jueves 12 de noviembre, los batasunos se han jactado de sus acuerdos en el Congreso y han advertido de que sus planes no se limitan al ámbito presupuestario. Porque si están en Madrid, ha afirmado el parlamentario Arkaitz Rodríguez, es para «tumbar definitivamente el régimen».
La declaración de intenciones de Bildu no es nueva, pero sí cobra una especial relevancia por el contexto en el que se produce, un día después de que Arnaldo Otegi confirmara el «sí» de su partido a los Presupuestos estatales y poco después de que el diputado de Bildu Oskar Matute dijera en el Congreso «Hoy no acaba nada, hoy recién empieza todo».
¿Qué significa «tumbar el régimen»? El único significado correcto es acuchillar las leyes, la libertad y la democracia hasta que la España que nació tras la muerte de Franco sea tan cadáver como el.
La oposición de derecha se muestra sorprendida ante la idea de tumbar el régimen, pero con esa sorpresa solo demuestra su ingenuidad y torpeza porque el gobierno de Sánchez lleva ya más de un año tumbando el régimen, día tras día.
Tumbar el régimen es asesinar la democracia, tal como el gobierno de Sánchez está haciendo. Tumbar el régimen es colocar como Fiscal General a un miembro del PSOE, plenamente controlado por el partido, como Dolores Delgado. Tumbar el régimen es arruinar conscientemente el país para construir sobre sus cenizas un Estado totalitario comunista-bolivariano, plenamente incompatible con la democracia. Tumbar el régimen es mentir, engañar, establecer la censura, hipertrofiar el Estado, llenándolo de enchufados a sueldo, endeudarse hasta convertir a nuestros hijos y nietos en esclavos, despilfarrar, gestionar la pandemia con incapacidad y negligencia, sembrando el país de muertos, utilizar los recursos del Estado en beneficio propio, no para el bien común, Tumbar el régimen es aliarse con partidos enemigos de España y convertir la permanencia en el poder en el principal objetivo del gobierno.
Tumbar el régimen es privar a España de objetivos y metas comunes, alimentar a los separatistas y necionalistas radicales, romper la igualdad constitucional beneficiando a unas autonomías sobre otras, perseguir y castigar a las regiones gobernadas por la oposición, al mismo tiempo que se beneficia a las que son amigas, pretender dominar la Justicia, anular y doblegar la sociedad civil, llenar España de colas del hambre, subir los impuestos y cobrarlos a las clases medias y trabajadoras, no a los ricos, como dicen, espantar a las empresas y a los inversores para que España se hunda económicamente y otras muchas fechorías, típicas de sistemas totalitarios y de dictaduras marxistas, todas ellas fracasadas en la Historia y creadoras de hambre y esclavitud.
Cuando un partido como BILDU, que sigue impregnado de odio a España y de adoración por los terroristas vascos que llenaron el país de sangre con sus crímenes, dice que acude a Madrid para «tumbar definitivamente» el régimen sabe lo que dice, como también los sabe Pedro Sánchez, empeñado en lograr ese asesinato del sistema español de libertades y derechos al que llamamos democracia.
Cuando la oposición se sorprende y escandaliza cuando un aliado del PSOE y Podemos grita que llega para «tumbar definitivamente el régimen», solo demuestra su ingenuidad y torpeza suicida porque delante de sus propias narices, desde hace más de un año, el régimen consagrado por la Constitución Española de 1978 está siendo asesinado por el actual gobierno, sin que, por desgracia para España y sus ciudadanos, nadie reaccione y detenga el crimen, ni los partidos políticos, ni los jueces, ni los periodistas, ni las fuerzas armadas, ni la policía, ni la guardia civil, ni las instituciones del Estado creadas para defender a España, ni siquiera la jefatura del Estado, ocupada por un monarca que parece ser indiferente ante la funesta conspiración antiespañola en marcha.
Francisco Rubiales