El balance de logros y fracasos de nuestros políticos demuestra que son los verdugos del pueblo, los que nos acribillan a impuestos, los generadores de injusticias, abusos, arbitrariedades y los que más que solucionar problemas los crean. Elegir a nuestros enemigos creyendo que elegimos a los mejores para que nos conduzcan es el mayor error de nuestro mundo, la mayor paradoja y el esperpento más estúpido. Cada vez que acudimos a las urnas elegimos como representantes y entregamos el inmenso poder del Estado a personas que no ofrecen garantía alguna de decencia y buena conducta, sin la preparación suficiente, más leales a sus partidos que a la nación, sin capacidad para solucionar problemas y suciamente inclinados a cometer arbitrariedades, abusos y corrupciones.
Millones de españoles, ante la injusticia reinante, el despilfarro, la corrupción, la mentira, el odio, las componendas y el mal gobierno, ante la ausencia triste de espíritu de sacrificio y de amor a España en la política, estamos descubriendo con amargura que los políticos, en lugar de nuestros defensores son nuestra pesadilla. La creencia de que España lleva décadas gobernada por gente degradada y sin mérito, que no merece dirigir el timón de la nación y que debería ser expulsada del poder, cobra cada día más fuerza.
El teoría, la democracia es el gobierno de los mejores, pero en España es el de los peores. La sociedad española es mucho mejor que su clase dirigente, más decente, más digna, mas generosa, menos corrupta y muchos más ética.
Hemos votado por unos individuos que nos desprecian y utilizan, que suelen gobernarnos con injusticia, que crean desigualdad, que despilfarran el capital colectivo, que han construido un Estado tan voluminoso que ya es imposible de financiar sin impuestos abusivos, que se enriquecen ilícitamente en el poder, que han convertido la política en una carrera para lucrarse individuos que no merecen en modo alguno ni nuestro voto, ni nuestra consideración.
España es hoy un país problemático, injusto, plagado de desempleados, nuevos pobres, gente sin horizontes y colmados de dramas, una nación sin prestigio, considerada por sus socios europeos y occidentales más como un lastre y un problema que como un socio estimulante.
España ocupa los primeros puestos en el ranking mundial de casi todas las miserias y suciedades: corrupción, consumo y tráfico de drogas, refugio para mafiosos, blanqueo de capitales, baja calidad de la enseñanza, fracaso escolar, alcoholismo, prostitución, trata de blancas, desprestigio de los políticos, baja calidad de la democracia, impuestos desproporcionados, desempleo, avance de la pobreza, falta de oportunidades para los jóvenes, politización de la Justicia, burocracia… y un largó etcétera.
No es justo que los españoles no sepan, a estas alturas, que alianzas sellarán los políticos, o que política emergerá de los extraños pactos de gobierno que se están fraguando en negociaciones oscuras y ajenas a una democracia que exige lealtad a los votantes, fidelidad a las ideas presentadas en campaña electoral y transparencia absoluta en las negociaciones.
Como reacción contra la injusticia y el abuso, millones de ciudadanos están abandonando el rebaño para convertirse en seres críticos y exigentes, como corresponde al ciudadano en democracia. Cada día son más los que dejan de ser borregos torpes y sometidos para actuar como leones indignados ante la torpeza, miseria y desvergüenza corrupta de sus dirigentes.
Y todo porque los gobiernos españoles y sus reinos de Taifas se comportan como enemigos del país y de sus ciudadanos, todos los valores de la democracia, entendida como ciudadanos que se unen en torno a objetivos comunes, han quedado dinamitados en una España que es víctima de la bajeza y torpeza de sus clases dirigentes.
Contra esa «chusma» solo cabe la concienciación ciudadana, la lucha sin cuartel desde nuestra posición de ciudadanos libres… No somos «gente» como ellos despectivamente nos denominan, somos Personas y debemos exigirles responsabilidad de sus actos o derrocarlos sin consideración alguna.
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